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miércoles, 30 de septiembre de 2015

(3ª parte) Pues al final ha sido que si.


Hace casi dos años escribí las dos primeras partes de este articulo por entregas, Me van a tener que operar, pues va a ser que no. En este tiempo, sobretodo el último año,  mi vida se estaba desperdiciando, el parkinson atacaba ya con una constancia que las medicinas no podían contrarrestar, el cuerpo se había acostumbrado a ellas.

Así es que pasadas las Navidades últimas en las que no pude salir de casa por falta de movilidad y equilibrio, fui a ver a mi neuróloga a ver que se podía hacer, me reitero que no había una varita mágica y como desde hacía unos 10 años me venía advirtiendo, la única solución que me quedaba era la operación. Ese día vi claro que había llegado el momento del que por mi cobardía había querido siempre huir. Y empecé  con el proceso de mentalización.

Voy a tratar de contar mi experiencia para compartirla con los que me leéis habitualmente y para que llegue a personas que se tengan que enfrentar a esta operación, para que se  animen, la conozcan y vean que con positividad se puede conseguir casi todo.

Lo primero quiero dar las gracias a la neurocirujana que me opero durante 7 horas la doctora  Marta del Álamo  y a todo su equipo de neurocirugía del Hospital Ramon y Cajal de Madrid.

Hubo un hecho previo a la operación que la hizo retrasarse varios meses, me debían realizar una resonancia magnética para establecer el  “mapa” de mi cerebro y conocer las coordenadas de los puntos a donde tenían que llegar los electrodos que me debían implantar.

La sorpresa fue que cuando me fui a hacer la resonancia en el hospital, no entraba en la máquina, mis hombros eran más anchos que el hueco de la máquina, y tras dos intentos en los que casi me quedo atascado y tienen que venir los bomberos a sacarme, los operarios desistieron y me tuvieron que derivar a otro hospital donde hubiese una maquina con un agujero de mi talla.  

Salvado este impedimento, ingrese el dia 10 de septiembre en el hospital para hacerme el preoperatorio con vistas a operarme el dia 14, durante todo el verano que no pude salir prácticamente de mi casa siguió el proceso de mentalización, dándome cuenta que tenía poco que perder ya que el parkinson me había robado ya toda la capacidad de vivir y la operación me la podía devolver.

Los últimos dos días previos a la operación coincidentes con un fin de semana fueron bastante angustiosos, y fueron mitigados por las visitas de ánimo de familiares y amigos.

Llego el día 14 y me vino a buscar un celador que me llevo al quirófano en mi cama compañera inseparable durante los días que permanecí en el hospital.

Cuando llegue a una sala previa al quirófano vi un montón de personas vestidas de verde esperándome ya que era el  artista invitado del día.

Y empezó el show, me senté en una silla de  ruedas para que me hiciesen un trabajo previo y fundamental para la operación, habían que establecer el origen de coordenadas para referenciar la famosa resonancia magnética con el  “mapa” de mi cerebro.

Pues esto que suena tan técnico y teórico se resuelve colocándote una corona de acero, bastante pesada por cierto, atornillada en cuatro puntos a la cabeza, dos puntos en la frente y otros dos en la parte posterior de la cabeza, pinchándote previamente al lado anestesia local como cuando vas al dentista. Antes de colocarte los 4  tornillos te sujetan la corona con unos ganchos al interior de los oídos, para empezar a tener puntos fijos, el dolor en los oídos es tal que ya poco importa que te lo atornillen a la cabeza.   

Llegado este punto y con la corona atornillada a la cabeza pareciendo darth vader de la guerra de las galaxias, me pasean en la silla de ruedas para ir a hacerme un scanner que junto con la resonancia previa y mediante un programa informático  establezcan el fundamental origen de coordenadas de mi cerebro.

 De vuelta al quirófano ya me tumbo en la mesa de operaciones que luego se incorpora quedándome sentado como  Alien en su nave espacial en la película del 8ºpasajero. Ya estoy preparado, me ponen la sonda para orinar y me empiezan a buscar las venas los anestesistas y como siempre que las van a pinchar, o desaparecen, o se han quedado en la habitación esperando a que pase todo, por suerte una de las anestesistas encuentra una vena en la mano derecha y la pincha y me puede colocar una vía, que alivio solucionado uno  de los problemas que más me preocupaban.

Oigo la dosificación que me van a poner a los anestesistas y me la ponen y pierdo la consciencia, no sé cuánto tiempo estuve así porque tengo la sensación de haber sentido sin dolor como me hacían los dos trépanos o taladros del cráneo.

 Cuando volvió la consciencia recuerdo que me pregunto una de las doctoras del equipo los días de la semana y los meses del año y yo los dije, salvo un momento en el que se me torció la boca y los ojos y me quede con un habla gangoso, rápidamente corrigieron la posición del electrodo , para eso me necesitaban consciente para que pudiese decir que estaban “apretando la tuerca adecuada”, no sé cuánto tiempo estuve en esa situación de consciencia sedada pero si sé que podía ver a los miembros del equipo alrededor mío, grabando la operación en video y oír conversaciones algunas simpáticas, como cuando pedía la neurocirujana el destornillador en vez del bisturí que parecería más apropiado. 

Y otras intranquilizantes como cuando oí este electrodo no funciona , la vaina si vale , pero dame otro de la caja alguien pregunto cuántos hay y yo pensé , se habrán traído suficientes, otra cosa  que oía era prueba el canal 1 , el canal 2 , el canal 3 y oía un monitor con un ruido de pantalla con nieve como las antiguas televisiones en blanco y negro, de vez en cuando decía que estaba cansado era como si me estuviesen apaleando, pero me debían poner más  anestesia y volvía a aguantar, también me ayudo pedir a Dios que me diese fuerzas para aguantarlo y acordarme de mi padre que hacía unos meses que había fallecido después de 15 ingresos hospitalarios el último año de su vida con el sufrimiento y dolores que tuvo que soportar siempre sin quejarse y que me sirvió de ejemplo  como una  de sus últimas enseñanzas.

Finalmente en ese estado de semi consciencia note como me cosían la neurocirujana y uno de sus ayudantes, los dos a la  vez,  uno cada uno, los dos agujeros de los trépanos, pero sin sentir dolor, sintiendo las puntadas y el correr del hilo por la carne.  

Y en esas me quede dormido y desperté en un pasillo rodeado de gente que me hablaba y me conducían a la uci donde pase un día.

Y esto es todo lo que recuerdo de las 7 horas, me parece poco, seguro que ocurrieron más cosas de las que mi estado de semi consciencia no se enteró porque el hecho es que las doctoras me dijeron que me había portado muy bien en la operación y yo tenía, y se lo había advertido, bastante miedo a la angustia que me podía producir la operación, la conclusión es que si yo he podido soportar la situación cualquiera que sea una pizca más valiente que yo ante la sangre y las agujas lo podrá soportar igualmente y los beneficios que se derivan de la operación merecen el esfuerzo.

Ahora a esperar que pasen los meses y me vayan ajustando la medicación y el efecto de la estimulación de los electrodos, y esto me dé de nuevo la movilidad necesaria para disfrutar de la vida.   

Antes:







Despues




jueves, 2 de abril de 2015

Las historias de mi radio.



Cuando era niño, un día trajeron a mi casa una caja grande con un cristal oscuro en un lateral,  recuerdo de aquel día la preocupación de mis padres por buscar un sitio en la casa donde colocar aquella extraña caja, con los años la caja presidiría el salón, pero en aquel momento en mi casa y en muchas otras, el salón lo presidia otra caja, de la que salían familiares voces que convivían con nosotros en la intimidad del hogar.

Aquella caja de voces tenía otras hermanas de menor tamaño que nos acompañaban en otras habitaciones de la casa, por ejemplo cuando jugábamos a los pies de mi madre y de mi abuela que repasaban su costura mientras Elena Francis instruía a las mujeres de la época. Hacia todo tipo de recomendaciones, desde una simple receta de cocina que demandaba alguna oyente en su carta, hasta los cm2 de piel que podía tocar su novio a otra oyente sin que fuese pecado, con los años descubriríamos que Elena Francis era un señor, bastante machista, que con sus guiones colaboraba a mantener el orden cultural establecido por el gobernante de la época.

Otro recuerdo radiofónico era el de otra caja prima de la nuestra, esta estaba peluquería donde me cortaban el pelo de niño, aquellos dos barberos eran bastante marujones y si no tenían también la compañía de Elena Francis, tenían las peticiones del oyente donde sonaban todas las tardes las canciones de Antonio Machin , con “Madrecita del alma querida.....” dedicada por algún hijo a su madre , o “Conductor, amigo conductor...” dedicada por algunos hijos y esposa al padre como complemento de aquel “No corras Papa” que se llevaba con las fotos de la familia en el salpicadero del coche.

Otro recuerdo atosigante y estresante era oír todas las mañanas un programa en el que combinaban noticias breves con publicidad y con el anuncio de la hora minuto a minuto, era como un reloj vivo que tuvieses detrás de la oreja y que te estuviese recordando que llegabas tarde al cole, para colmo el programa te frustraba porque narraban un pequeño cuento en tres partes entre el resto de noticias , publicidad y anuncio de la hora, y como tenía que salir para el cole me quedaba sin oír todas las mañanas el desenlace de aquel cuento en su tercera entrega.

También eran familiares Perico y Periquín, y los Porretas, en mi caso más los segundos que los primeros, llegábamos mis hermanos y yo a despertarnos a las 9 de la mañana en plenas vacaciones de verano , para escuchar las peripecias de la familia Porretas liderada por el espabilado abuelo alrededor del cual giraban las historias de toda la familia.

También era el medio de conocer los chascarrillos del equipo de fútbol de tu ciudad, en los programas locales o en el carrusel deportivo, las tardes de domingo, mientras hacia los deberes y comprobaba según iban terminando los partidos que no me había tocado la quiniela.
Muchos partidos los oía radiar, imaginando a los jugadores, ya que aunque ahora podemos ver todos los partidos de la jornada en televisión, entonces solo se podía ver uno o ninguno. Y los resúmenes de los partidos no los podíamos ver hasta el lunes por la noche cuando de todas las ciudades habían llegado los motoristas con las películas de los partidos para hacer el primitivo estudio estadio con su moviola.

En cuanto a la política y a la información la radio nos mantuvo al tanto de lo que ocurría en aquellos años de la transición española, que tuvo su mayor protagonismo en aquella noche de los transistores del 23-F , noche en que la radio no cayo mientras la televisión permanecía muda, esta labor informativa también la cumplió la radio en los años 30 y 40 del siglo siendo notaria tanto la guerra civil española como de la segunda guerra mundial.

Y ahora adentrándonos ya en la segunda década del siglo XXI aunque ha perdido ya ese lugar de presidencia de los hogares, sigue siendo compañera inseparable de casi todos nosotros.

martes, 11 de marzo de 2014

El look de los niños preinformáticos. (II) El peinado.





Los niños preinformáticos nacían con flequillo, bueno no era realmente así pero igual que echaban a andar y les salían los dientes, su adulta preinformática se afanaba en domar algún rebelde y natural remolino hasta conseguir llevar el pelo igualado y pegado al cráneo igual que si le hubiese lamido una vaca.
Normalmente, en el devenir del día y coincidiendo con dos hechos totalmente diferentes y antagónicos, volvían a aparecer los remolinos, estos dos hechos eran los juegos en el patio del colegio, momento de máxima actividad que le producían incluso sudores al niño preinformático y como consecuencia final la aparición de remolinos.
El otro hecho totalmente opuesto y exento de toda actividad física, era soportar bien antes o bien después del recreo las aburridas clases del colegio y la charla de su profesor, para lo cual el niño preinformático tenía que sujetarse la cabeza con una mano apoyando el codo en la mesa o pupitre y echando el cuerpo hacia delante con una postura serpenteada que no hacia nada bien a su joven espalda, en esta postura los dedos de la mano penetraban entre el cabello, haciendo aflorar también los remolinos.

Por último otra situación en la que también aparecían los indomables remolinos, era la de total reposo en la noche en la cama, pero el reposo no debía ser total y fruto de la pelea con la almohada, también surgían los remolinos, estos si cabe los más indomables de todos.

Coincidiendo normalmente con la primera comunión, día en el que numerosos niños preinformáticos se vestían de ridículos marineritos y las niñas por cierto de bellísimas princesas, se producía un cambio importante en el look del niño, abandonando el flequillo para peinarse a raya, la adulta preinformática cogía por la barbilla la cabeza del niño y después de peinar su cabello con el familiar flequillo tomaba la punta del peine y hacia un surco en el cabello como si de un arado tirado por bueyes se tratase y echaba 2/3 del cabello para un lado y 1/3 para otro quedando una línea blanca de piel que confirmaba que el surco no se había hecho en una huerta de tierra. Este peinado todavía era más proclive a los remolinos que flequillo.


Otro posible look más modernito en aquellos años era llevar el pelo a lo beatle, como los músicos de Liverpool, con una corta melenita que parecía recortada después de haberse puesto un tazón en la cabeza el niño, un ejemplo de esto era el popular niño de los anuncios de la gaseosa la casera de entonces, con el que casualmente coincidí en un campamento de verano el año 71 en Tarragona, este niño además tenía la melena rubia, color totalmente singular.


Hablando de la longitud del cabello, esta podía ir desde la modernita melenita a un cabello abundante o lo que en mi caso se empeñaba mi padre en hacernos a mi hermano y a mi con la excusa de que el pelo creciese fuerte, nos lo cortaba tanto que cuando te pasabas la mano a contrapelo por la nuca, el pelo pinchaba, el sigue convencido de que gracias a eso mi hermano y yo que hemos cruzado los dos los 45 no somos calvos, pero viéndole a el que con 81 años mantiene todo el pelo, no cabe la menor duda que el tema es genético.
La consecuencia inmediata de estos cortes de pelo era peleas en el colegio cuando algún niño te llamaba pelón o te daba una colleja, en cuantas ocasiones termine en el suelo peleando con otro niño preinformático por esta razón.
El colmo de esta obsesión de mi padre por cortarnos el pelo se debió producir cuando yo tenía cuatro años y mi hermano dos, nos corto el pelo al cero en el verano para que estuviésemos fresquitos, siendo el hazmereir en todas las tiendas a las que acompañábamos a mi madre, menos mal que no había ido todavía al colegio porque hubiese tenido el combate del siglo.

 A mediados de los 70 coincidiendo con la crisis económica iniciada en el 73 por la subida del precio del petroleo, era frecuente como en todas las épocas de crisis ver a los adultos con el pelo más largo, el paradigma de esto era un futbolista del Atlético de Madrid,




el ratón Ayala, jugador argentino que tenía una femenina melena negra hasta la cintura que cimbreaba al hacer los regates al contrario y un machote bigote negro en el rostro, que hacía en aquella época que en algunos casos al ver una persona de espaldas no supieses si era hombre o mujer, ya que también la moda en la ropa era bastante unisex y no ayudaba a distinguir hombres de mujeres.




Volviendo al niño preinformático, al acercarse a la adolescencia se producía otro nuevo cambio en su peinado, este ya por decisión personal, era peinarse hacia atrás como un hombrecito imitando a Elvis Presley o posteriormente a John Travolta, y a la espera del nacimiento de la barba y el bigote para iniciar los esporádicos iniciales afeitados.


Lamentablemente de las coletas, trenzas y colas de caballo tampoco os puedo hablar , como siempre requeriría la colaboración de una niña preinformática para hablar de estos temas tan ligados al genero. Solo Asterix y Obelix nos podrían hablar de esta experiencia pero tampoco eran niños preinformáticos.

El look de los niños preinformáticos (I).La moda.


Estamos a finales de los 60, es un día de un semana cualquiera, son las 8 de la mañana y una adulta preinformática llama a su pequeño hijo, el niño preinformático, para que se levante, ¡ Hay que ir al cole!

Después de pasar por el baño, para aliviarse de toda la noche y asearse, empieza el ritual de vestirse su individual uniforme de niño preinformático, porque el va a un colegio nacional ( el nombre de los colegios públicos en esos años), su primo que va a uno privado tiene un uniforme colectivo.

En cualquier caso los dos uniformes son sensiblemente parecidos, empieza el ritual como si de un torero que va salir a laplaza se tratará, lo primero es enfundarse su camiseta de tiras, como si fuese un jugador de baloncesto o un currante en la obra en verano, después sus gallumbos blancos, más adelante su adulta preinfomática le comprara camisetas y calzoncillos en colores azul y amarillo pálido, a continuación la camisa, el jersey y el pantalón de tergal, y el primo que va al colegio privado, una ridícula corbatita con el nudo hecho y una goma elástica para colocársela como si fuese un babero.

Estamos todavía en invierno, pero por si hace buen día y puede salir al recreo, el niño preinformático mete en los bolsillos de su pantalón de tergal la peonza, las canicas o las chapas , los útiles de los que os hable en el primer capítulo de esta historia.

El niño preinformático se pone su anorak y sus botas catiuscas , coge su cartera y sale de casa camino del colegio. Si, sus botas catiuscas, el niño preinformático vive en Carabanchel, un barrio de Madrid, y a finales de los 60 hay muchas calles sin asfaltar y sin aceras, todavía son de tierra, la noche anterior ha llovido y el niño preinformático se tiene que meter en los primeros charcos de su vida, y estos son reales, no figurados como los que tendrá que atravesar cuando se haga adulto.

Ha llegado la primavera y el niño preinformático cambia su pantalón de tergal largo por la versión corta, que algún compañero de clase ha aguantado todo el invierno sufriendo el azote de los granos de arena en sus piernas los días de viento y la mofa de sus compañeros que le consideran infantil, estado al que vuelven ellos con este inicio de primavera.


Los bolsillos de estos pantalones cortos siguen siendo ocupados por la peonza, las canicas o las chapas, pero se han sustituido las catiuscas por las Tortolas , también conocidas como playeras o el pretencioso y burlón nombre de Adidas Tortola, y que son estas playeras, pues unas alpargatas venidas a más, tienen cordones, suela de goma con dos rayas rojas pintadas en el canto de la suela y dos agujeros con pequeñas arandelas metálicas para que respire el pie. Son en resumen las prehistóricas zapatillas de deporte, muy útiles si algún compañero se ha llevado un balón y se echa un partido en el patio.

Para echar el partido antes tienen que echar a pies los dos capitanes como si de un duelo del romanticismo se tratase, se ponen los dos capitanes, uno frente al otro y se van acercando en línea recta dando un paso por turnos cada uno, cuando queda un espacio menor de un pie entre los dos, al que le toca dice monta y cabe y haciendo una marca en el suelo con el pie termina el duelo y empieza a elegir el primer jugador para su equipo.

Volviendo a la moda, voy a repasar algunas prendas singulares que con los años iría vistiendo el resto de su infancia y adolescencia el niño preinformático.


El primero es la parca tipo Kung-Fu, de piel vuelta y forro interior de borrego imitando la lana de los idem, con enganches formados por inmensos botones en forma de dos troncos de cono de madera unidos por su base, esta prenda sustituiría al anorak, y junto con la mochila bandolera que sustituye a la cartera, le da al niño preinformático un aspecto similar a David Carradine, el popular pequeño saltamontes en la mencionada serie de televisión de aquellos años.

Otra sustitución que se produciría es la de los pantalones de tergal por los vaqueros o Jeans, de marcas muy diversas, la nacional y económica Lois, las más internacionales Lee y Wangler o la made in USA y clásica Levis Strauss.

 
Acompañando a los vaqueros estaban las cazadoras vaqueras sobre nikis de cuello vuelto, y en los pies las zapatillas de deporte Yumas Galaxia , blancas con tres rayas naranja fosforitas que se ven en la oscuridad o si es invierno las insufribles botas camperas.

Y para no pasar frío la coreana comprada en El Corte Inglés con la que parecías Admusen o Scott en la conquista del polo.

¡Como molábanos! Pero íbamos más uniformados que los chinos de la China de Mao Tse Tung.

Como en otras ocasiones de las faldas y los leotardos nos tendrían que hablar las niñas, ya que respecto a las faldas ni tengo nacionalidad escocesa ni creo que me la den nunca, y en cuanto a los leotardos solo los he usado una vez en mi vida, y me los presto mi suegra, para hacerme un disfraz de marciano.



Los indios y los vaqueros, las joyas de los niños preinformáticos.



En el capítulo anterior os presente la historia de los niños preinformáticos y os hable de sus útiles habituales la peonza, las canicas y las chapas, pero todos estos eran los útiles de la temporada de verano.

En la temporada de invierno, cuando las inclemencias del tiempo no permitían el esparcimiento de los niños preinformáticos en plena naturaleza, estos quedaban en sus madrigueras ante la desesperación sobretodo de las adultas preinformáticas.

Pero los niños preinformáticos tenían mucha imaginación y solían tener guardados en un tambor de detergente que le había proporcionado su adulta preinformática, los indios y los vaqueros.





Qué eran los indios y los vaqueros, pues voy a intentar definirlo, eran unas figuritas de plástico pequeñas de cuatro o cinco dedos de altura, que recibían los niños preinformáticos como recompensa, por ejemplo, de buen comportamiento y no organizar peleas con el resto de miembros de la camada o de camadas vecinas.

Y donde los conseguían, pues en un lugar de devoción de los niños preinformáticos que existía en los mercados, que era donde las adultas preinformáticas conseguían los alimentos de las familias preinformáticas.

Estos mercados estaban divididos en puestos que vendían provisiones de distintas clases y había un puesto, el lugar de culto de los niños preinformáticos, delante del cual se producía la parálisis en el niño preinformático a su paso por él, se trataba de la droguería o cacharrería, entre multitud de jabones, estropajos, escobas y barreños había delante del droguero colocados con insinuante perfección indios, vaqueros y sus caballos.

Entonces, después de la parálisis inicial producida por aquella visión , el niño preinformático establecía su estrategia de caza, consistía inicialmente en un acercamiento a su adulta preinformática a la que la tiraba de la ropa para reclamar su atención a la vez que le decía ¿me lo compras? ¡Me he portado bien! Dependiendo de la reacción ese día de su adulta preinformática, el niño preinformático insistía hasta conseguir su botín o desistía hasta una nueva mejor ocasión.

Debía tener mucho cuidado al interpretar las reacciones de su adulta preinformática porque un error podía no solo costarle el fracaso de la cacería, sino lo que era aún peor ganarse un botín no esperado y menos deseado denominado cachete , que era el cachete, pues tanbien voy a tratar de definirlo, consistía en un movimiento brusco de la mano de la adulta preinfomática que se encontraba con la cara del niño preinformático, la intensidad de este encuentro era variable, podía ir desde quedar señalados los dedos de la adulta preinformática en la cara del niño hasta producir simplemente un daño más moral que físico.

De todas formas los niños preinformáticos tenían cierta habilidad en la cintura para mediante un pequeño juego de está, imitando a unos adultos preinformáticos que tenían la profesión de boxeadores, esquivar el citado cachete.

También los niños preinformáticos más mayores y experimentados, intuían la situación y antes de que se produjese se retiraban unos cuantos metros.

Y cuando todo salía bien que pasaba, pues cuando la adulta preinformática accedía a la petición del niño preinformático, este apoyaba las manos y la barbilla en el mostrador del puesto y tomaba la difícil decisión de elegir el indio o el vaquero que quería, una vez elegido el tendero se lo entregaba a cambio de una o dos pesetas que sacaba la adulta preinformática de su bolsillo.

En algunas ocasiones la decisión no era difícil puesto que el muñequito elegido estaba decidido muchos días antes, después de haberlo visto en repetidas ocasiones, a veces también se producía una sensación de frustración cuando llegado el día de la cacería, el muñeco había desaparecido por haber sido botín de otro niño preinformático que se había adelantado.





Y una vez llegado a la madriguera que hacia el niño preinformático con el botín, pues normalmente se iniciaba con un ritual que incluía el bautizo, con nombres tomados de películas y series en blanco y negro que el niño preinformático veía en la televisión, así lo vaqueros se podían llamar Virginiano, su amigo Trampas. Manolito Montoya, el gran chaparral,…..o simplemente Joe, Billy, Willy, James o Jimmy y si eran indios Jerónimo o Toro sentado por ejemplo, y si eran caballos la estrella era Furia y si eran perros Rin tin tin y Lassie.





También había invitados oriundos como los caballeros blancos de Ajax o incluso las muñecas de las hermanas preinformáticas, estas muñecas eran imitaciones de personas a una escala muy reducida pero mucho mayor en tamaño que los indios y los vaqueros , por lo cual eran ideales para jugar a Gulliver y los liliputienses, historia que los niños preinformáticos veian todas las navidades en la televisión de la época.



Volviendo a nuestros protagonistas, después del bautizo pasaban a ocupar su lugar en el fuerte, recinto generalmente cuadrado, en la mayoría de los casos con cantina, oficina del sheriff y store que con los años descubriría el niño preinformático que era la tienda, en el fuerte se quedaban los vaqueros y fuera quedaban los indios con la misión de atacar el fuerte que también tenía nombre, era frecuente fort apache, fort west y Bonanza, como el rancho de una popular serie de televisión.

A veces la imaginación del niño preinformático hacia que con pinzas de madera de sujetar la ropa su adulta preinformática, construyera un establo para los caballos, un pueblo o un campamento para los indios.

También tenía la opción de tumbar una antigua silla de mimbre y entre los torneados barrotes de madera del respaldo organizar un campamento.

Algunos niños preinformáticos jugaban en las escaleras de los edificios, organizando poblados en cada planta y haciendo las correspondientes conquistas en las plantas de los demás.

Así es como usaban sus queridas joyas los niños preinformáticos.



La peonza, las canicas y las chapas, o la historia de los niños preinformáticos.(La historia que describe con ironia los juegos de los niños que no conocieron las videoconsolas)


Los niños preinformáticos era una subespecie humana que se extinguió a finales del siglo XX, los individuos de esta subespecie evolucionaban de forma natural con el paso de los años, para pasar a formar parte de la subespecie de los adultos preinformáticos, dejando de utilizar sus utensilios habituales, la peonza , las canicas y las chapas los machos y la cuerda de saltar y la goma las hembras.

Pero a finales del siglo XX los últimos niños preinformáticos tuvieron que evolucionar para incorporarse a una nueva subespecie que estaba surgiendo fruto de la evolución, los adultos informáticos, para algunos fue difícil el cambio y como siempre en la naturaleza triunfo el mas fuerte.

Las habilidades adquiridas con sus peonzas, canicas y chapas de nada les sirvieron en este nuevo escenario natural.

De todas formas y como ejercicio antropológico os voy a hablar de aquellas herramientas de los niños preinformáticos.



Cuando llegaba el mes de Abril coincidiendo con la eclosión de la primavera y de un fenómeno protagonizado por miembros de la subespecie de adultos, y conocido como vuelta ciclista a España, los niños preinformáticos se afanaban en la recolección de las chapas , elemento metálico que tapaba las botellas de vidrio de todo tipo de bebidas, y que hacían con estas chapas , pues carreras imitando la vuelta ciclista a España, para lo cual los niños preinformáticos se distribuían en grupos donde normalmente el líder o su segundo utilizando las palmas de las manos empujaba la arena del suelo natural que existía en aquella época y con su mejor saber trazaba un circuito donde se desarrollaba la carrera, la pista debía estar lo mas limpia posible limitada en los laterales por el montón de arena que había desplazado el líder con las palmas de sus manos.



Todas las chapas no eran iguales, las mejores eran las de Cinzano, eran mas pequeñas y tenían una superficie mas plana que deslizaba mejor en terreno llano, pero para tomar curvas eran mejor las chapas del tipo mahou, que se podían coger con tres dedos, dos por fuera y uno por dentro para colocándolas en forma vertical conseguir que diesen curvas de 180 grados con solo una baza.
A veces las chapas llevaban en su interior la foto de algún adulto preinformático que tuviese la profesión de ciclista.

También eran utilizadas para, pintando un campo de futbol en el suelo jugar 11 chapas contra 11 chapas, y competir en emocionantes partidos de futbol utilizando un garbanzo como balón y unas pinzas de la ropa como porterias.

Todo esto lo sé, no lo puedo ocultar, porque yo fui uno de los últimos niños preinformáticos, mi padre que también lo fue pero evoluciono posteriormente a adulto preinformático me contaba que los niños preinformáticos de su época incluso forraban las chapas con tela de sabanas viejas y pintaban los colores de los equipos en las telas, y a los porteros les echaban cera de una vela para que pesasen mas.

Cuando empezaba el mes de mayo empezaban a desaparecer las chapas y aparecían la canicas y con ellas los guas, orificio practicado en el terreno por el líder del grupo a modo de cuenco, conocido por gua u hoyo, cada miembro del grupo debía golpear lanzando habilidosamente su canica a la de un contrario, la canica era una pequeña esfera de alrededor de un cm de diámetro de vidrio o de nácar, y en tiempos de mi padre de piedra, después de golpear la canica contraria había que volver a meter la propia en el gua. Algunos lideres tenían la habilidad de hacer estallar las canicas del contrario, dando un impacto magistral ¡Por eso eran lideres!



También coexistía en esa época del año con las canicas , la peonza y el peón, la primera mayor que el segundo y con mas curvas , mas femenina, los dos con cuerpo de madera y una punta metálica , normalmente pintadas a gusto del propietario, la mía estaba “vestida” del Atlético de Madrid , se les enrollaba un cordón largo que tenia en su extremo una moneda con agujero , la de dos reales o 50 céntimos en mi época , y se lanzaba al suelo el peón para hacerle bailar y girar , en ocasiones el juego consistía en al lanzar, sacar a las demás peonzas de un circulo , estas ultimas podían estar bailando o paradas, y aquí también los lideres tenían la habilidad de partir en dos las peonzas contrarias produciendo el lloro como reacción del dueño de la peonza dividida.




Así es como utilizaban los niños preinformáticos sus útiles , las niñas también utilizaban la cuerda de saltar , la goma y unas muñecas que pintaban con piedra de yeso o tiza en el suelo , en los tres casos saltaban y saltaban profiriendo cánticos y hechizos de los cuales eran conocedoras, Algunos niños jugaban también con las niñas, pero en mi caso cuando dejaba los útiles que os he descrito cogía el balón , útil que si paso a las siguientes subespecies de niños informáticos , pero de las niñas no os puedo contar mas , habrá que preguntarlas a ellas.

domingo, 9 de marzo de 2014

De la utópica Universidad a la virtual realidad.(El paso final deseado y a la vez temido por todos los estudiantes universitarios)

Para todos los estudiantes universitarios el instante en el que conocen  la última nota que les convierte en licenciados es  un momento mágico que difícilmente se puede olvidar en la vida, debido a las veces que se ha anhelado y soñado con él.

Pero para los más afortunados, aquellos que consiguen una rápida inserción en el mundo laboral se abre un abismo que hay que cruzar haciendo malabarismos cual Indiana Jones, es el abismo que separa la utópica universidad de la virtual realidad.

Soy consciente de que muchos profesionales de la docencia universitaria se afanan en minimizar la distancia entre las orillas de este abismo, pero luchan contra dos imponderables que solo se dan en la virtual realidad, la responsabilidad del solo ante el peligro y la existencia del dinero y los cambios que en el flujos económicos que le rodean  pueden tener  las decisiones del recién licenciado.

Traduciéndolo, el recién licenciado tiene en sus primeras actuaciones en el mundo real tan poca experiencia de él, que debe medir los movimientos con prudencia para no estrellarse y producir algún desastre económico.

Y cuál es el mejor consejo que se le puede dar  a este recién licenciado, pues que escuche, observe y aprenda, de todos independientemente de su posición jerárquica y de su formación.

Si la universidad nos tuvo que dar algo, más que las materias que aprendimos, debió darnos la capacidad de análisis y el sentido común para seguir aprendiendo.

Después de esta larga introducción voy a relatar mi experiencia personal, en la carrera que yo estudie prácticamente cualquier cosa tenía una explicación con una ecuación diferencial, y las herramientas habituales eran las derivadas y las integrales, las reinas de la ingeniería.

Pero el día que empecé a trabajar tuve que aparcarlas por completo, me destinaron como ayudante del jefe de obra a la rehabilitación de un palacio para una sede de un organismo oficial en Valencia.

El primer contacto no tuvo nada que ver con sentarse en los pupitres de un aula universitaria, sino mas bien con el circo , se trataba de un edificio aparentemente en ruinas desde fuera , que tenia 7 plantas, y estaban hechas de forma laberíntica debido a las decisiones del Arquitecto director de las obras, faltando algunas, por lo que dado de que no existían escaleras en la obra, ya que  era lo último que se tenía que ejecutar , se subía por escaleras de mano , que en algunos casos tenían 5m , la altura de dos plantas pues faltaba la intermedia.

En ese ambiente un tanto hostil para un recién licenciado, ese primer día se me acerco un encofrador murciano y me dijo “ Yo soy Antonio, ….Antonio El Salao”  y realmente los dos años siguientes durante los cuales tuve relación con el pude comprobar que el apodo que le habían puesto en el pueblo era totalmente indicado.

Cuando le dije que era madrileño,  rápidamente me dijo que él había estado trabajando en Madrid y me dijo el nombre del que fue su jefe para ver si lo conocía, ya que era también ingeniero, lo que no se imaginaba El Salao es que en Madrid debía haber entonces varios miles de ingenieros trabajando en edificación.

Después del Salao , vinieron otros muchos peones, oficiales, capataces , encargados, aparejadores, ingenieros y arquitectos, a todos los escuche , desde el primero al último, y de todos trate de aprender y creo que lo conseguí.