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jueves, 7 de octubre de 2010

Mi plato de boquerones. (Un cuento gastronomico-deportivo)

Hoy comí en un restaurante y de segundo plato pedí boquerones fritos.
Cuando el camarero me trajo el plato, este me produjo al colocarse delante de mis ojos un sinfín de sensaciones, algunas contradictorias.
En el plato descansaban ocho boquerones, ocho altos y fuertes boquerones, parecían jugadores de un equipo de baloncesto, cinco boquerones titulares y tres boquerones de banquillo, me asalto la idea de llamar al camarero y pedirle la lista con sus nombres y dorsales. Aunque por más que les miraba no identificaba ningún número en su uniformado aspecto.
Los ocho boquerones estaban perfectamente alineados y parecía que inminentemente se iban a poner de pie, que estaban esperando a que yo dijese su número y su nombre como un speaker de un pabellón de baloncesto.
Junto a los boquerones había cuatro gajitos de tomate que parecían sus bolsas de deporte y otro gajito de limón que recordaba el maletín de algún sardinón, masajista del equipo de boquerones.
Había dos más bajitos, como no llegue a pedir la lista al camarero, imagine que eran los bases del equipo, pero no lo pude confirmar.
Y como yo no decía sus nombres y ellos tampoco se levantaban, llego el momento de comérmelos.
No sabía por cual empezar, cogí uno sin mirar, me sentía como un caníbal dando cuenta de ese equipo de deportistas marinos.
Entonces, empezaron las sensaciones contradictorias porque no eran nada más que boquerones, pocos, pero estaban exquisitos.
Cuando iba terminando de comer el contenido del plato recordé otros platos de alguna otra olimpiada gastronómica.
Sus primos los boquerones en vinagre, nadadores de espalda del plato rebosante de aceite y vinagre.
El plato de la maratón de chopitos que te lo sirven cuando recién han tomado la salida y todavía van en pelotón.
La ración de gambas, con su cuerpo embutido en su maillot de rayas y haciendo poses de gimnasia artística y la de langostinos, versión masculina del mismo deporte.
Los mejillones y las almejas, piragüistas que vienen en el plato con su canoa incorporada.

Todos estos pensamientos me los produjo mi sorpresa al ver el corto número de representantes del plato de boquerones, pero mire de reojo a otras mesas y vi que los demás platos de boquerones eran iguales.
Nos estábamos comiendo todos los equipos de la liga de baloncesto de boquerones y miraba a los comensales de las otras mesas, pero no parecía que ninguno conociese esta pequeña historia.

Estaban buenísimos, lástima que el equipo de baloncesto no tuviese más jugadores, pero antes me comí al público, los granos de arroz de una exquisita paella.

Si te ha gustado este cuento lee La banda del bastón, parece un cuento pero no lo es
http://mgongarcia.blogspot.com/2010/10/la-banda-del-baston.html

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